Los límites de la comunicación amorosa
Dr. Josep Lluís Camino Roca
Resumen
En la teoría de la comunicación se imponen unos límites que crean tensión al sujeto
que desea comunicarse, tanto en el plano social y político como en el amoroso. Es en
éste último donde los límites se imponen de una forma más manifiesta, desembocando a
menudo en fracaso. Depende de la actitud con que enfrentemos este fracaso, para que
devenga relativo o absoluto.
Palabras clave: Situaciones límite, fracaso existencial, combate amoroso, la
comunicación imposible, crisis de la comunicación amorosa, amor intransitivo, libertad
y compromiso, ingenuidad.
The loving communication’s limits
Abstract
In the theory of communication some limits are omposed which create tension to the
subject whith desire of communication, both in social and political or even in love
fields. The latter is where this limits become more visible, leading often into failure. So,
it depends on the attitude this failure is faced in order to develop into relative or
absolute.
Key words: Limit situation, existential failure, love combat, impossible
communication, love communication crisis, intransitive love, freedom and compromise,
ingenuousness.
Les limites de la comuncation amoureuse
Résumé
Dans la théorie de la communication on impose des limites qui créent une tension au
sujet qui souhaite être communiqué, tant sur le plan social et politique comme dans ce
qui est amoureux. Il est dans ce dernier où les limites sont imposées souvent d’une
manière plus manifeste, en aboutissant très souvent en échec. Il dépend de l’attitude
avec laquelle nous faisons face à cet échec, pour qu’il soit relatif ou absolu.
Mots clef : Situations limites, échec existentiel, combat amoureux, la communication
impossible, crise de la communication amoureuse, amour intransitif, liberté et
compromis, ingénuité.
1
Doctor en psicología y presidente de ACAT (Associació Catalana d’Anàlisi Transaccional). Profesor
titular de la Universidad de Barcelona. E-mail: jllcamino@hotmail.com
TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN Y SITUACIONES LÍMITE EN K. JASPERS
El estudio de la comunicación es para Jaspers (1883-1969), enmarcado en la filosofía
existencial, la manifestación de toda su ideología. Consiste en un análisis del fenómeno
comunicativo, en el aspecto de su profunda dimensión humana. Una función
esencialmente socio-filosófica de cada uno frente a los otros y frente a la sociedad, en la
cual vivimos y de la cual formamos parte, constituyéndola activamente.
La filosofía existencial lleva directamente a Jaspers a indagar sobre la realidad
concreta del ser humano, en su aspecto personal y social a la vez.
Para el conocimiento de la propia individualidad, Jaspers nos sitúa en la encrucijada
de las (por él llamadas) situaciones límite: muerte, culpa, sufrimiento y lucha. En éstas
se sitúa la persona en la posibilidad de captar al desnudo la propia y radical libertad.
Libertad para determinarse de una u otra forma ante cada una de estas situaciones límite
y dar un sentido al fracaso.
Estas situaciones, por sus determinadas características, colocan a la persona, debido
a la sensación de fracaso que proporcionan, en una tensión radical, entre la existencia
meramente empírica, trivial, y esa otra existencia que se postula como auténtica. De esta
forma se puede asumir la precaria condición humana, una vez definida
heideggerianamente como Sein zu Tode (ser para morir).
Realizada esta toma de conciencia, nos queda solamente la lucha por la
comunicación, para salir del aparente fracaso y devenir en la existencia auténtica.
¿Cómo interpretar la lucha? Caben dos acepciones: lucha como pólemos (en griego),
con sentido de polémica, enfrentamiento de contrarios; y agón (en griego), como
esfuerzo amoroso, a veces agónico, busca de armonía en la comunicación.
En cuanto a la comunicación, podemos comentar tres aspectos:
– Empírica, si atiende a solventar necesidades materiales, prácticas o triviales.
– Inauténtica, si lo que procura es manipular al otro para que haga lo que no quiere
hacer, por medio de “juegos psicológicos”: aquellas actitudes y palabras que
establecen límites del lenguaje ordinario y son deshonestas. Como dice E.
Berne: “Los juegos (psicológicos) son, por definición, explotadores y, por ende,
inherentemente malos desde el punto de vista existencial” (Juegos en que
participamos, p. 52). Aquí sitúa Jaspers los peligros de una psicoterapia que
pueda llevar al sujeto a una situación de dependencia de la autoridad del
terapeuta. Aunque la autoridad del profesional es conveniente, no debe derivar
nunca en una superioridad absoluta, “como si el otro no fuese un ser humano
igual que él mismo” (Psicopatología General, p. 914).
– La comunicación auténtica, que implica el compromiso de toda la persona, su
disponibilidad para con el otro y la intención de querer comunicarse.
También señalamos tres planos desde los que podemos analizar la comunicación:
social, político y amoroso.
a) Autenticidad en el trato social: resulta evidente que la persona solamente
puede realizarse como tal en el contexto de una vida social coparticipada.
Llegamos a ser en la medida en que el otro también es. De la misma forma
que sólo podemos ser libres en la medida en que el otro también lo es, y respeta, por su parte, nuestra propia libertad. Jaspers lo comenta de esta
forma (Filosofía, vol. I, p. 427):
“Cada cual es en principio como cualquier otro, tan solo un ejemplar que debe
participar de la misma manera en las posibilidades sociales, aproximadamente
trabajo y goce. Como tal yo social, yo soy nosotros todos”.
Un verdadero diálogo debe ser de sujeto a sujeto, al mismo nivel, en que
se expongan ordenadamente y cada uno a su vez las ideas en litigio. El
lenguaje sólo es fecundo en el movimiento del comprender del que escucha y
el pensamiento de aquel que habla. En esta dialéctica de escuchar,
comprender y replicar se desenvuelve la estructura de un verdadero diálogo,
si se cuenta con la triple condición de libertad, sinceridad e intención de
comunicarse.
b) Autenticidad en el trato político: dentro de esta línea de compromiso total, es
fácil deducir que donde más puede realizarse esta autenticidad de completa
entrega y de mayor influencia en la mutua realización es en el trato político.
No puede haber filosofía sin política, de igual manera que toda política se
apoya en una ideología filosófica. Es a través de la política que se llega a una
plena conciencia de sí mismo y a desembocar en la metafísica.
Si se pierde la voluntad del trato político, el ser humano acabará por
abandonar la lucha por la comunicación, para caer en un egoísmo
“solipsista”, no exento de insinceridad, por saberse voluntariamente apartado
del común hacer realidad el proyecto de ser social.
En el momento en que se pierde el diálogo y cesa la lucha por la acción
política, ocurre lo siguiente:
“Cada uno se recluye en su propia mezquina existencia empírica, amparada bajo el
manto de una vida tranquila y una apariencia ordenada; pero la realidad es la
inexistencia del mutuo amor, el deseo de satisfacer únicamente las propias
necesidades y el secreto menosprecio de los demás” (Filosofía, vol. I, p. 508).
Por eso podemos afirmar que el porvenir de la humanidad depende, en
gran parte, de la buena fe de los políticos. En La Fe Filosófica, nos dice
Jaspers que la filosofía es en sí política, puesto que alienta la libertad, vive
tan sólo en libertad y actúa en favor de la libertad. En otra de sus últimas
obras, escrita en 1962, a los 79 años, Liberté et Reunification (p. 137),
escribe:
“En la discusión política la buena fe consiste en reconocer los hechos y sus
consecuencias, buscando siempre esclarecer aquello que todos realmente
pretenden”.
Evidentemente, toda política democrática se basa en la libertad:
“Quien se hace consciente de su libertad, no la percibe con una loca alegría, sino
que la medita silenciosamente con decisión” (Filosofía, vol II, p. 266).
c) Autenticidad en el combate (agón) amoroso. Ya hemos señalado que toda
comunicación es un combate, entendido como dialéctica. En el caso del
amor, se trata de encontrar un equilibrio entre la independencia y el compromiso. Lo que lleva a los sujetos a una tensión entre el deseo de
eternidad y la temporalidad; entre el anhelo de posesión del otro y el debido
respeto a su libertad.
Este combate responde, por una parte, a la renuncia por la total posesión
del otro (como fórmula alienante), y, por otra, a la comprensión del
reconocimiento del fracaso parcial, a que conducirá necesariamente ese
intento de un equilibrio inestable, entre el respeto a la otra persona y la
tensión establecida por el deseo del otro, sin renunciar a ser yo mismo: “yo
amo al otro y lo que él es, pero al mismo tiempo no puedo renunciar a mi
particular manera de ser” (Filosofía, vol. II, p. 436).
Cada existencia humana es portadora de un secreto impenetrable, por ello
brota la tensión entre pretender la perfecta comunicación amorosa y la
imposibilidad de conseguirlo. En la comunicación auténtica se respeta
siempre el secreto del otro. Refleja la clásica antinomia, desvelada desde la
filosofía platónica, entre lo uno y lo múltiple, lo uno y lo otro.
Evidentemente, no estamos hablando de un “amor” genérico, sublimado.
Aquel que dice amar a toda la humanidad, no ama realmente a nadie ni a
nada, tal vez ni a sí mismo. Lo importante es amar a alguien determinado.
Este planteamiento de autenticidad conlleva un riesgo: la posibilidad de que
el aparente fracaso en el combate amoroso, resulte, al fin, fracaso total; que
sería la renuncia definitiva a la lucha por la comunicación.
Jaspers señala tres casos en que la comunicación deviene imposible, y resulta más
positivo renunciar al diálogo, antes que llegar al fracaso total, según se desprende de su
citada obra (Filosofía, vol. I, p. 494 y ss.):
1º) La persona apegada a una moral que actúa menos que juzga o exige. Se constituye
en censor de los demás, a la manera de una “superconciencia” del mundo circundante.
Todo, para él, ya está dicho o legislado, partiendo de sus propios y rectilíneos
principios. Esta persona, concluye Jaspers, tampoco puede encontrarse a sí misma en
comunicación con nadie. Proclama constantemente a su favor la vaciedad del principio
de autoridad, que aplicará indistintamente en toda ocasión, como un magister dixit (¡ha
hablado el maestro!). Esta personalidad se empecina, a menudo, en que determinadas
conductas son contra natura o “anormales”, sólo porque no coinciden con su manera de
pensar. Representa un pensamiento fundamentalista.
2º) Personas obtusas o supersticiosas que no desean en absoluto la comunicación y
carecen de toda intención de comunicarse, viven replegadas sobre sí mismas. Para ellas
no existe el otro como conciencia autónoma, sino el otro como objeto. Nunca han
sabido lo que representa un verdadero diálogo, y, carentes de autocrítica, solamente les
interesa proclamar “sus verdades” como inamovibles. Pensamiento dogmático.
3º) Finalmente, todos reconocemos como uno de los principales obstáculos para la
sincera comunicación al orgullo. Esta actitud no valora a nadie más que a sí mismo, más
bien, tiende a desvalorizar a los demás; en lenguaje berniano: los “descuenta”. Estas
personas no conocen otro deseo que el de poseer el mundo, y con él apropiarse de la
libertad individual de las demás. Porque desconocen el respeto a la otra persona e
ignoran lo que es colocarse del lado del interlocutor, para llegar a una comprensión
mutua; condición primordial para el establecimiento del diálogo. Pensamiento egoísta.
Otras dificultades para la verdadera comunicación las sintetiza Jaspers en esta cita
(Filosofía, vol. II, p. 472):
“Aún el ciego afán de la madre por sus hijos, de los esposos entre sí, el del hombre por su mera
existencia empírica y su satisfacción erótica, pueden en su brutalidad sin transparencia, ser el
rígido muro en el cual se estrella toda comunicación”.
Acabamos este apartado dedicado al filósofo de la comunicación auténtica con una
idea, que representa el fundamento de su pensamiento (Filosofía, vol. II, P. 521):
“Cuando todo lo que pretende cierta validez o valor se me derrumba, quedan las personas, con
las que estoy o puedo estar en comunicación, lo que para mí es el ser verdadero.”
RAINER MARIA RILKE Y LA CUESTIÓN DE LOS LIMITES EN EL AMOR
Rainer Maria Rilke (1875-1926), poeta de la literatura universal y fundamento de la
filosofía existencial de Heidegger, nos expone, en prosa y poesía, las dificultades que él
mismo vivió en sus esfuerzos por conseguir un amor auténtico. De donde surge una
teoría de la comunicación amorosa, con límites, afín a la jaspersiana.
Rilke se enamora a sus 22 años de Lou Andreas-Salomé, de 36, casada con Friedrich
Carl Andreas. Ella es escritora, poeta y psicoanalista. Rilke le dedica un poema, donde
podemos apreciar el amor absoluto, de plena entrega y posesión, el amor romántico que
promete eternidad (El libro de la peregrinación, en Obras de Rainer Maria Rilke, p.
409):
“Apágame los ojos: puedo verte;
tápame los oídos: puedo oírte,
y sin pies, en tu busca puedo andar;
sin boca, aún te puedo conjurar.
Arráncame los brazos, y te abrazo
con el corazón, tal como una mano;
párame el corazón, y mi cerebro
saltará; pega fuego a mi cerebro:
te llevaré en mi sangre”.
Pronto descubre Rilke, a medida que avanza su madurez, los límites que el amor va
imponiendo a la relación. Es entonces cuando el autor descubre lo que llama “amor
intransitivo”. Aquel que ama, sin esperar correspondencia; amar, amar, pero no ser
amado ¿intenta con ello mantener su independencia? Veamos sus expresiones (en la
Primera Elegía, id. p. 771):
“¿No es hora ya de que, amando,
nos liberemos del objeto amado y de que, estremecidos,
resistamos a él:
como la flecha resiste a la cuerda, para que, concentrándose en el disparo,
sea más que ella misma? Porque no hay permanencia en parte alguna.”
Katharina Kippenberg (esposa del editor de gran parte de las obras del poeta) confirma
que este amor intransitivo está inspirado en la histórica pareja de Eloísa y Abelardo, así
como en la religiosa Mariana Alcoforado: “Su amor resulta algo que supera al objeto,
un acto del corazón que se renueva sin cesar y donde el amante encuentra su felicidad”
(Las mujers que amaron a Rilke, p. 45). Nuestro poeta va descubriendo una forma ideal de relación entre dos personas que se
quieren, tal como lo expresa formalmente en una de sus cartas (Epistolario, en Obras de
Rainer Maria Rilke, pp. 1176-1177):
“A mi entender, la misión más importante de dos seres es que el uno guarde la soledad del otro.
Pues aunque la gente opine lo contrario, el amor y la amistad están hechos para proteger el
aislamiento. Sólo son verdaderas las uniones que interrumpen con ritmo las soledades”.
En El libro de las imágenes (id. p. 517), escrito entre 1902 y 1906, desde los 27 a los
31 años, en su ya temprana madurez, describe en este poema, “Soledad”, el fracaso a
que puede llevar una convivencia sin amor:
“La lluvia cae en las horas intermedias,
cuando tuercen al día las callejas
y los cuerpos, que no han hallado nada,
se separan, desengañados, tristes,
y cuando las personas que se odian
deben dormir en la misma cama.
La soledad va entonces con los ríos…”.
Y en Los cuadernos de Malte, obra considerada autobiográfica, de 1910, relata
(Obras de Rainer Maria Rilke, p. 1617):
“Fíjate, los amantes,
en cuanto ha comenzado el confesar,
qué pronto mienten”.
Y además (id. p.618):
“Me dejas solo. Sólo a ti puedo tocarte.
Eres un rato tú, luego, el rumor, de nuevo,
o un aroma sin resto.
Ay, en mis brazos lo perdí yo todo,
sólo tú vuelves siempre a nacer, porque
nunca te he retenido, sujetándote”.
De esta última poesía encontramos resonancias en Pedro Salinas, Largo lamento, en
su poesía, “Ahora te veo más clara”:
“Mi afán de tenerse siempre cerca
te dio a ti afán de distancia…
Ahora ya se que los árboles
tienen sus pájaros fieles
porque las ramas no atan:
ofrecen.
Y que las nubes
nunca desertan los cielos
porque los cielos las dejan
que ellas escojan su rumbo
y que vengan o se vayan”.
Rilke conoce a Lou Albert Lasard, pintora, en 1914, y deciden compartir un estudio,
aunque sin renunciar a su respectiva independencia. Su relación duró aproximadamente
cuatro años, pero la comunicación amorosa resultó ambivalente y dubitativa,
especialmente por parte del poeta. Lou escribe una obra sobre sus encuentros y
desencuentros (Une image de Rilke, pp. 176 y 182) y recoge algunas de las poesías de
Rilke a ella dirigidas, de donde seleccionamos estas dos:
“En tus labios no quiero beber,
en los labios bebí renunciamiento,
en tus brazos no me hagas caer
pues los brazos no me retendrán”.
+ + +
“¿No parece esta cama una playa,
una playa estrecha en la que nos tendemos?
Nada es real, más que tus altos senos,
que, con vértigo coronan mi sentimiento.
Mientras estrechamente nos enlazamos
para no ver lo que se está acercando
lo que de ti o de mí brotar podría;
y es que nuestras almas viven, ay, de engaño”.
El propio Pedro Salinas desvela el proceso del desamor, cuando la ruptura parece
inevitable, en Razón de amor: “vivir desde el principio es separarse”.
Rilke va tomando conciencia poco a poco de su incapacidad para el amor según las
convenciones sociales. Lo manifiesta en estos fragmentos de su obra de madurez El
testamento, de 1920 (pp. 95 y 119):
“No hay peor cárcel que el miedo a hacer daño a un amante. Este miedo falsea todos los
impulsos del corazón”. “¡Qué cansado estoy de efectuar todos esos movimientos de oposición a
las imposiciones del amor…!”.
Angeloz, en su libro Rilke (p. 69), señala la idea que el poeta tenía del matrimonio: “en
esta vida en común no se trata de crear una comunidad que suprima todas las barreras, puesto
que es imposible a dos seres vivir el uno con el otro sin despojarse el uno al otro de toda libertad
y de toda posibilidad de evolución”.
El poema “Canción de amor” (Obras de Rainer Maria Rilke, p. 593) nos sirve para concluir
esta teoría de la comunicación amorosa, que nos transmite el conjunto de la producción del
poeta:
“¿Cómo he de sujetar mi alma, que no
toque la tuya? ¿Cómo dirigirla
por encima de ti, a las otras cosas?”.
EL BRINDIS DE KAREN BLIXEN
Karen Blixen (1885-1962), danesa, conocida por su nombre literario Isak Dinesen, es la
autora de Memorias de Árica (1937). En esta obra se basa la película del mismo nombre dirigida por Sidney Pollack (1985), guión de Kurt Luedtke; y protagonizada por Meryl
Streep y Robert Redford.
Karen se casa con un primo lejano, el barón Bror von Blixen, con el proyecto común
de iniciar en Kenia una plantación de café, llamada The Karen Coffee Company. El
matrimonio fue difícil, duró unos seis años, y la plantación fracasó. La novela se inicia
con la recordada frase: “Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong”.
En la película, el director nos muestra a Karen Blixen, antes de regresar a Dinamarca,
haciendo un brindis de despedida de aquella tierra que ella había considerado su hogar.
La frase que pronuncia en el momento de brindar es: “por la ingenua adolescencia”.
Podemos interpretar que Karen estaba brindando por ella misma, doblemente
ingenua: primero, por creer que el amor de su matrimonio duraría para siempre;
segundo por confiar en sacar adelante una plantación, sin conocer a fondo el mundo
rural y los altibajos de los precios del café en el mercado. Todo idealismo es ingenuo,
porque cree poder alcanzar una utopía. Según decían los clásicos latinos: “credimus
quod desideramus” (nos creemos aquello que deseamos).
Concluimos con unos fragmentos de “El matrimonio” de Khalil Gibrán (1883-1931),
poeta libanés, en su obra El profeta (p. 38), que reflejan los límites de una
comunicación, donde se establecen las condiciones de posibilidad del diálogo amoroso:
“Amaos con devoción,
pero no hagáis del amor una atadura.
Dad vuestro corazón,
pero no para que vuestro compañero se adueñe de él.
Y permaneced juntos,
pero no demasiado juntos.
Porque los pilares sostienen el templo,
pero están separados.
Y ni el roble crece bajo la sombra del ciprés
ni el ciprés bajo la del roble”.
Si iniciáramos una psicoterapia poética (en su etimología griega: poiésiterapia, con
sentido de “creación”), pensamos que seguiría esta línea de orientación. Los terapeutas
de parejas del AT (Análisis Transaccional) podemos reflexionar meditativamente, sobre
estas consideraciones.
La comunicación no es fácil, aunque tampoco imposible; pero siempre vale la pena
continuar luchando por la comunicación amorosa en todos los planos. E. Berne, (1910-
1970), fundador del Análisis Transaccional, un tanto escéptico en el tema del
matrimonio (después de tres casamientos y otros tantos divorcios), afirmó, con sentido
del humor, alarmado ante el auge de divorcios en su país y época, que “el remedio
supremo para el divorcio era abolir el matrimonio” (Hacer el amor, p.130). Por otra
parte, este autor lamenta el fracaso absoluto a que han llegado “las personas que han
perdido la esperanza de amar o ser amadas, y pueden convertirse en fines en sí mismas”
(id. p. 167). Por el contrario: “Los que encuentran su pareja apropiada pueden satisfacer
todas las hambres”. (id. p. 192)
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